Una noche casi como cualquiera, vas solo por la calle, no lo habías notado, pero hasta respirar te cuesta trabajo. El ambiente no es normal. Las imágenes no son claras, la oscuridad no es sólo falta de luz, ésta oscuridad se palpa. No hay sonidos, te acompaña sólo el ruido de tus pies rozando el suelo, ¿o no? Ese vacío en los tímpanos te marea. Te das cuenta que no se mueve nada aparte de ti, ni el viento, ni las nubes, no insectos ¿Gente? hace mucho no ves a nadie, no coches, no aves, no nada. Solo una sensación que no sabes de dónde viene, pero es tan segura como tu nombre: no estás solo.
Pero, entonces ¿quien es? Sabes que está ahí, te lo dice la piel, pero ¿dónde? ¿qué quiere? ¿por que no da la cara?
Sabes que él sabe, y nadie; excepto tú y él saben eso que nunca nadie supo. Piensas otra vez en huir, pero ya lo entendiste; no hay escape. Piensas en gritar para demostrarle que no le temes, enseguida lo descartas. Inventarte una actitud te sirvió en otras condiciones, ésta vez no: él sabe. Valor, alarde, soberbia... nada.
El momento llegó, de alguna forma ya lo sabes. No puedes controlar tu corazón. Finalmente te resignas, tomas aire y en cuclillas esperas. Te sabes culpable, en eso no hay sorpresas, pero ¿que viene?
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