jueves, 18 de octubre de 2012

Un día muy especial

No todos los días son iguales, y, por supuesto; ese día tampoco lo fue.

Amaneció tomando café con leche. A mí me gusta mucho el café con leche. Y amaneció con un pensamiento muy especial: me tenía a mí en mente.

Alguien corrió la voz de que le gusta hacer cosas de barro, pero Dios no tiene este tipo de límites. El barro es muy divertido, pero no siempre quieres usar barro, digamos; cuando te acabas de bañar. No, no sé si Dios se había bañado. Este día Dios estaba en la playa, entonces, a mí, me hizo de arena de mar.

Mi cuerpo es obra directa de Dios. Él diseñó mis piernas, mis pulmones, mi cara y mis dientes chuecos. Dios sabía cómo iba a ser cuando estuviera flaco y cuando estuviera gordo. Sabía que iba a ser cosqulludo y el trabajo que me cuesta correr de subida. Dios sabe todo, Dios pensó en todo. Cuando veo mi cuerpo, veo el diseño de Dios.

Pero mi cuerpo no fue lo único que diseñó Dios. Ese día Dios pensó en mi cerebro. Sabe que como todos, veo, escucho y siento cosas todo el tiempo. Pero me dio una forma especial de pensar. Cuando veo mis pensamientos veo el diseño de Dios.

Alguien corrió la voz de que Dios es nuestro padre y nos protege, como si Dios anduviera con una red protectora detrás de cada uno de nosotros.

Dios me entregó muchas cosas, y sigo recibiendo más. Algunas de ellas se las irá llevando poco a poco, algunas de repente se las llevará. Mi vida, mi familia, mis amigos, nada es mío. Perder me causa dolor. Dios sabe de mi dolor, aún así; Dios no evita mi dolor. A Dios le gusta ver mi fuerza para salir de mi dolor. Dios puede ser una soga, un escalón, un apoyo, pero Dios jamás ha sido una vitrina, un cuarto acojinado o una litera con seis esclavos que me evitan el cansancio de andar. Cuando veo mi vida, veo el diseño de Dios.

¿Por qué? ¿Para qué? Sí, esas dos preguntas también las diseñó Dios.

Ese día Dios corrió por la playa. A mí me gusta correr por la playa, como Connor McLeod. Me gusta el aire, el agua, el sol y la arena. Aunque si corres mucho, se te pelan las plantas de los pies. Si eso te molesta también puedes correr con tenis como Jason Bourne.

Dios hizo mi mirada y mi sonrisa, especialmente mi sonrisa. Cuando sonrío; sonríe Dios. Cuando veo mi sonrisa; veo la sonrisa de Dios. Me gusta sonreír.

A Dios no le afecta el tiempo. Para él no hay diferencia entre ese día y hoy, entre lo que era cuando me pensó, o lo que llegue a ser un día antes de morir o el día que nací. Dios me ve y ve a su creación.
Ese día, Dios hizo algo más. Ese día, Dios hizo a Clotilde y a Servando. También en ese día hizo a Angélica. Hizo a Norma, al otro Servando y a Rosy. Hizo a Mónica, a Arturito y a Sofía. Ese día Dios estuvo muy creativo. Ese día, también hizo a otros miles de millones de personas más, y te hizo a ti. Y te diseñó a ti.

Cada rostro, cada piel, cada cuerpo, cada vida... cada sonrisa; son obra de Dios. Una por una; por Dios.

Alguien corrió la voz de que Dios todo lo sabe. No es cierto. Dios sabe más. Dios sabe cada vida, y por qué. Dios sabe cada sonrisa, y sonríe. Dios sabe cuando eres fuerte, y te deja ser fuerte.

Dios vió que todo cuanto había hecho era muy bueno. El siguiente día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó.