Al principio me hablaron de alguien, claro, esa gente mala a la que nada le importa. También hay a los que les pasa por estúpidos, por no usar la cabeza, por no pensar bien las cosas. Por eso están como están, merecen lo que les pasa.
Luego fue diferente, esta vez era alguien a quien yo conocía, ya no era tan fácil. No se olvida uno no más así, una disculpa no remedia nada, no es suficiente. Duele lo que les pasa y duele lo que hicieron. ¿Cómo perdonar? ¿Cómo confiar en alguien así? Nunca hubiera pensado que fuera malo, o tan estúpido. Y sin embargo ahí está ¿Y su familia? ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo fue capaz? ¿Por qué no pensó las cosas?
La vida siempre te da la oportunidad de replantear las cosas. Hoy camino con dificultad. Cada paso, cada resuello, cada pensamiento significa un esfuerzo anormal. Con los ojos arenosos de no dormir busco cualquier cosa que me prometa sombra. Siento frío pero el sol quema y la claridad es insoportable. No quiero hablar ni ver a nadie. Aún así puedo sentir cómo me miran y adivinar lo que se están preguntando: ¿Por qué lo hizo? ¿Cómo fue capaz? ¿Por qué no pensó las cosas?
martes, 1 de enero de 2013
jueves, 18 de octubre de 2012
Un día muy especial
No todos los días son iguales, y, por supuesto; ese día tampoco lo fue.
Amaneció tomando café con leche. A mí me gusta mucho el café con leche. Y amaneció con un pensamiento muy especial: me tenía a mí en mente.
Alguien corrió la voz de que le gusta hacer cosas de barro, pero Dios no tiene este tipo de límites. El barro es muy divertido, pero no siempre quieres usar barro, digamos; cuando te acabas de bañar. No, no sé si Dios se había bañado. Este día Dios estaba en la playa, entonces, a mí, me hizo de arena de mar.
Mi cuerpo es obra directa de Dios. Él diseñó mis piernas, mis pulmones, mi cara y mis dientes chuecos. Dios sabía cómo iba a ser cuando estuviera flaco y cuando estuviera gordo. Sabía que iba a ser cosqulludo y el trabajo que me cuesta correr de subida. Dios sabe todo, Dios pensó en todo. Cuando veo mi cuerpo, veo el diseño de Dios.
Pero mi cuerpo no fue lo único que diseñó Dios. Ese día Dios pensó en mi cerebro. Sabe que como todos, veo, escucho y siento cosas todo el tiempo. Pero me dio una forma especial de pensar. Cuando veo mis pensamientos veo el diseño de Dios.
Alguien corrió la voz de que Dios es nuestro padre y nos protege, como si Dios anduviera con una red protectora detrás de cada uno de nosotros.
Dios me entregó muchas cosas, y sigo recibiendo más. Algunas de ellas se las irá llevando poco a poco, algunas de repente se las llevará. Mi vida, mi familia, mis amigos, nada es mío. Perder me causa dolor. Dios sabe de mi dolor, aún así; Dios no evita mi dolor. A Dios le gusta ver mi fuerza para salir de mi dolor. Dios puede ser una soga, un escalón, un apoyo, pero Dios jamás ha sido una vitrina, un cuarto acojinado o una litera con seis esclavos que me evitan el cansancio de andar. Cuando veo mi vida, veo el diseño de Dios.
¿Por qué? ¿Para qué? Sí, esas dos preguntas también las diseñó Dios.
Ese día Dios corrió por la playa. A mí me gusta correr por la playa, como Connor McLeod. Me gusta el aire, el agua, el sol y la arena. Aunque si corres mucho, se te pelan las plantas de los pies. Si eso te molesta también puedes correr con tenis como Jason Bourne.
Dios hizo mi mirada y mi sonrisa, especialmente mi sonrisa. Cuando sonrío; sonríe Dios. Cuando veo mi sonrisa; veo la sonrisa de Dios. Me gusta sonreír.
A Dios no le afecta el tiempo. Para él no hay diferencia entre ese día y hoy, entre lo que era cuando me pensó, o lo que llegue a ser un día antes de morir o el día que nací. Dios me ve y ve a su creación.
Ese día, Dios hizo algo más. Ese día, Dios hizo a Clotilde y a Servando. También en ese día hizo a Angélica. Hizo a Norma, al otro Servando y a Rosy. Hizo a Mónica, a Arturito y a Sofía. Ese día Dios estuvo muy creativo. Ese día, también hizo a otros miles de millones de personas más, y te hizo a ti. Y te diseñó a ti.
Cada rostro, cada piel, cada cuerpo, cada vida... cada sonrisa; son obra de Dios. Una por una; por Dios.
Alguien corrió la voz de que Dios todo lo sabe. No es cierto. Dios sabe más. Dios sabe cada vida, y por qué. Dios sabe cada sonrisa, y sonríe. Dios sabe cuando eres fuerte, y te deja ser fuerte.
Dios vió que todo cuanto había hecho era muy bueno. El siguiente día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó.
Amaneció tomando café con leche. A mí me gusta mucho el café con leche. Y amaneció con un pensamiento muy especial: me tenía a mí en mente.
Alguien corrió la voz de que le gusta hacer cosas de barro, pero Dios no tiene este tipo de límites. El barro es muy divertido, pero no siempre quieres usar barro, digamos; cuando te acabas de bañar. No, no sé si Dios se había bañado. Este día Dios estaba en la playa, entonces, a mí, me hizo de arena de mar.
Mi cuerpo es obra directa de Dios. Él diseñó mis piernas, mis pulmones, mi cara y mis dientes chuecos. Dios sabía cómo iba a ser cuando estuviera flaco y cuando estuviera gordo. Sabía que iba a ser cosqulludo y el trabajo que me cuesta correr de subida. Dios sabe todo, Dios pensó en todo. Cuando veo mi cuerpo, veo el diseño de Dios.
Pero mi cuerpo no fue lo único que diseñó Dios. Ese día Dios pensó en mi cerebro. Sabe que como todos, veo, escucho y siento cosas todo el tiempo. Pero me dio una forma especial de pensar. Cuando veo mis pensamientos veo el diseño de Dios.
Alguien corrió la voz de que Dios es nuestro padre y nos protege, como si Dios anduviera con una red protectora detrás de cada uno de nosotros.
Dios me entregó muchas cosas, y sigo recibiendo más. Algunas de ellas se las irá llevando poco a poco, algunas de repente se las llevará. Mi vida, mi familia, mis amigos, nada es mío. Perder me causa dolor. Dios sabe de mi dolor, aún así; Dios no evita mi dolor. A Dios le gusta ver mi fuerza para salir de mi dolor. Dios puede ser una soga, un escalón, un apoyo, pero Dios jamás ha sido una vitrina, un cuarto acojinado o una litera con seis esclavos que me evitan el cansancio de andar. Cuando veo mi vida, veo el diseño de Dios.
¿Por qué? ¿Para qué? Sí, esas dos preguntas también las diseñó Dios.
Ese día Dios corrió por la playa. A mí me gusta correr por la playa, como Connor McLeod. Me gusta el aire, el agua, el sol y la arena. Aunque si corres mucho, se te pelan las plantas de los pies. Si eso te molesta también puedes correr con tenis como Jason Bourne.
Dios hizo mi mirada y mi sonrisa, especialmente mi sonrisa. Cuando sonrío; sonríe Dios. Cuando veo mi sonrisa; veo la sonrisa de Dios. Me gusta sonreír.
A Dios no le afecta el tiempo. Para él no hay diferencia entre ese día y hoy, entre lo que era cuando me pensó, o lo que llegue a ser un día antes de morir o el día que nací. Dios me ve y ve a su creación.
Ese día, Dios hizo algo más. Ese día, Dios hizo a Clotilde y a Servando. También en ese día hizo a Angélica. Hizo a Norma, al otro Servando y a Rosy. Hizo a Mónica, a Arturito y a Sofía. Ese día Dios estuvo muy creativo. Ese día, también hizo a otros miles de millones de personas más, y te hizo a ti. Y te diseñó a ti.
Cada rostro, cada piel, cada cuerpo, cada vida... cada sonrisa; son obra de Dios. Una por una; por Dios.
Alguien corrió la voz de que Dios todo lo sabe. No es cierto. Dios sabe más. Dios sabe cada vida, y por qué. Dios sabe cada sonrisa, y sonríe. Dios sabe cuando eres fuerte, y te deja ser fuerte.
Dios vió que todo cuanto había hecho era muy bueno. El siguiente día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó.
martes, 6 de marzo de 2012
Mi día
Suena el despertador --me gusta comenzar así porque así comienzo siempre--
Suena el despertador y así comienzo. Quizás alguien crea que puede ser aburrido. Hoy no me alcanza para eso. El día comenzó como casi todos los días, y sin embargo, este día será único. Hace poco tiempo hice las pases con Dios, aunque en realidad nunca estuvimos enemistados, y lo hice principalmente para tener alguien a quién darle las gracias de cosas como esta ¡un nuevo día!
No, Dios no hace los amaneceres diferentes ahora que le doy gracias que antes que ni lo pensaba, aunque para mí sí lo son.
Siempre regreso a la cama 5 minutitos más. Luego, aunque mi mujer no se da cuenta, la abrazo. Ella me devuelve el abrazo y no me permite levantarme rápido. Casi siempre olvido darle los buenos días, pero no creo que haga falta. Acaricio su brazo al tiempo que lo separo para poder levantarme sin despertarla bien.
Para cuando salgo a correr, ya casi me deshice de todo el sueño. Mi meta para hoy es decirle buenos días a todos los que me encuentre de salida mientras yo voy llegando. Quizás hoy completo cinco. A la salida encuentro al amanecer y pienso en un gran buenos días. No, no es para nadie, esta vez es para mí.
Después de bañarme no puedo estar de malas. Falta leche en el refri pero en la cartera traigo más de $50 pesos. 5 minutos después el problema de la leche es historia y ya traigo el buenos días de un vecino y la muchacha nueva de la tienda.
Mi café con leche, un desayuno con mi mujer y algo de plática que ya no recuerdo. Un beso a mi hija que medio dormida llevo al kinder, su mamá no ha notado que trae en el cachete algo de lo que cenó ayer. No le digo nada, en vez de eso imagino lo que la maestra va a pensar de nosotros como familia a causa de un cachete chocolatado.
Cuando ellas se bajan del carro comienza mi día de labores. El estereo comienza con "the night Chicago died" de Paper Lace. En el camino canto el coro cerca de 10 veces y 3 repeticiones gracias al tráfico de las 9.
El día va excelente y decido que nadie va a cambiar eso. Hoy estoy dispuesto a sonreír casi sin provocación. Hoy contestaré con una palmada amable a quien me reclame, me exija o me apresure. Hoy agradeceré y estaré muy atento a quien haga algo por mí, así sea solo una sonrisa. Hoy veré a mis amigos y procuraré que se sientan un poco mejor. Hoy tengo una buena razón. Tengo la mejor razón de todas...
¡Hoy es mi día!
miércoles, 24 de agosto de 2011
Una historia al final del arcoíris
Si sigues el arcoíris hasta llegar al final, te encontrarás con una gran olla de oro. Todo el mundo lo sabe, y el duende sabe que todo el mundo lo sabe.
El duende es un excelente trepador, sube a los árboles a cuidar el horizonte en busca del terrible delator de su olla de oro, puede permanecer observando durante horas. Posee lo último en tecnología para la localización de arcoíris espontáneos. Es miembro fundador del "Club Esmeralda especializado en información de cambios climáticos inesperados" que ha llegado a tener más de 200 miembros activos, y está suscrito a más de 5 comunidades de observadores y predictores de arcoíris de la región norte de Irlanda. Los cuales, por medio de SMS; reciben antes que nadie las últimas predicciones de dónde aparecerá el siguiente arcoíris hasta con 3 minutos de anticipación.
Si sigues el arcoíris hasta el final, te perderás, y nunca estarás seguro dónde comenzar a buscar antes que desaparezca. Todo el mundo lo sabe, y el duende sabe que todo el mundo lo sabe. De hecho, fuera de un par de leyendas que se inventaron para asustar a los niños duendes; no hay ningún registro de que alguien haya encontrado la olla de ningún irresponsable duende, y de esos él conoce varios, pero ninguno sin olla de oro.
Hoy nuevamene despertó sudando y con el corazón acelerado. Tan pronto abrió los ojos fue para asegurarse que todo furera un sueño, su olla seguía allí. No lo ha comentado con nadie, pero lo que lo ha convertido en el mejor cuidador de ollas, es el mismo miedo. A él le debe su gloria y su miseria. Está convencido que un duende que tiene los más grandes logros, muy adentro de sí; tiene los más grandes traumas. Ya ha leído muchos libros acerca de cómo sobrevivir con miedo. Sabe de memoria los 10 pasos a seguir en caso de estar paralizado de miedo, y acaba de aprender lo último en técnicas para dormir en caso de insomnio por temor a los arcoíris nocturnos. Aunque si le preguntan, él es el primero en jurar que no existen. Siente que toda su vida pende de si publica o no su más reciente obra "Miedo, ¿es posible reinsertar a la vida normal a un duende en menos de dos siglos?". Si tan solo fueran ciertas las absurdas razones que pudo compilar en todos estos años. En todos esos tratados de "expertos" ¡Bah!
El duende lo ha pensado mucho. Sabe que nadie lo entenderá. Sabe que su nombre será borrado de todos los libros de historia, donde está a punto de ser inmortalizado entre los mejores cuidadores de ollas de todos los tiempos. Su nombre figuraría al lado de los padres duendes que se enfrentaron en la ultima batalla contra el legendario e invencible San Patricio.
--Hoy es el día --Pensó un día. E hizo la cosa más estúpida que jamás en la historia de Irlanda hubiera hecho un duende...
Un duende sin oro no es duende. Todo el mundo lo sabe, y el duende sabe que todo el mundo lo sabe. Sin embargo, algo que casi nadie sabe; es que en algún lugar del bosque, al final del arcoíris: yace una olla llena de oro abandonada. Cuidada celosamente, hasta hace poco, por un extraordinario duende que amaba su olla, disfrutaba su olla, pero también, y sólo él sabe cuánto; sufría su olla. Hasta un día, un extraño día, en que decidió que no viviría más con miedo.
El duende es un excelente trepador, sube a los árboles a cuidar el horizonte en busca del terrible delator de su olla de oro, puede permanecer observando durante horas. Posee lo último en tecnología para la localización de arcoíris espontáneos. Es miembro fundador del "Club Esmeralda especializado en información de cambios climáticos inesperados" que ha llegado a tener más de 200 miembros activos, y está suscrito a más de 5 comunidades de observadores y predictores de arcoíris de la región norte de Irlanda. Los cuales, por medio de SMS; reciben antes que nadie las últimas predicciones de dónde aparecerá el siguiente arcoíris hasta con 3 minutos de anticipación.
Si sigues el arcoíris hasta el final, te perderás, y nunca estarás seguro dónde comenzar a buscar antes que desaparezca. Todo el mundo lo sabe, y el duende sabe que todo el mundo lo sabe. De hecho, fuera de un par de leyendas que se inventaron para asustar a los niños duendes; no hay ningún registro de que alguien haya encontrado la olla de ningún irresponsable duende, y de esos él conoce varios, pero ninguno sin olla de oro.
Hoy nuevamene despertó sudando y con el corazón acelerado. Tan pronto abrió los ojos fue para asegurarse que todo furera un sueño, su olla seguía allí. No lo ha comentado con nadie, pero lo que lo ha convertido en el mejor cuidador de ollas, es el mismo miedo. A él le debe su gloria y su miseria. Está convencido que un duende que tiene los más grandes logros, muy adentro de sí; tiene los más grandes traumas. Ya ha leído muchos libros acerca de cómo sobrevivir con miedo. Sabe de memoria los 10 pasos a seguir en caso de estar paralizado de miedo, y acaba de aprender lo último en técnicas para dormir en caso de insomnio por temor a los arcoíris nocturnos. Aunque si le preguntan, él es el primero en jurar que no existen. Siente que toda su vida pende de si publica o no su más reciente obra "Miedo, ¿es posible reinsertar a la vida normal a un duende en menos de dos siglos?". Si tan solo fueran ciertas las absurdas razones que pudo compilar en todos estos años. En todos esos tratados de "expertos" ¡Bah!
El duende lo ha pensado mucho. Sabe que nadie lo entenderá. Sabe que su nombre será borrado de todos los libros de historia, donde está a punto de ser inmortalizado entre los mejores cuidadores de ollas de todos los tiempos. Su nombre figuraría al lado de los padres duendes que se enfrentaron en la ultima batalla contra el legendario e invencible San Patricio.
--Hoy es el día --Pensó un día. E hizo la cosa más estúpida que jamás en la historia de Irlanda hubiera hecho un duende...
Un duende sin oro no es duende. Todo el mundo lo sabe, y el duende sabe que todo el mundo lo sabe. Sin embargo, algo que casi nadie sabe; es que en algún lugar del bosque, al final del arcoíris: yace una olla llena de oro abandonada. Cuidada celosamente, hasta hace poco, por un extraordinario duende que amaba su olla, disfrutaba su olla, pero también, y sólo él sabe cuánto; sufría su olla. Hasta un día, un extraño día, en que decidió que no viviría más con miedo.
jueves, 21 de julio de 2011
Advertencia
Ten cuidado.
En mi cueva habitan murciélagos, osos y lobos; el miedo, la envidia y el egoísmo. Además del gnomo que siempre miente y el que a veces dice la verdad.
Cuando te acercas y hablas me ayudas a calmarlos. Y aunque desde afuera es difícil de saber; no significa que nunca me debes creer. Sólo habla fuerte y claro, y pon mucha atención.
¿Cómo estar seguros?
Cuando lo que escuches, sea el eco de tus propios pensamientos.
En mi cueva habitan murciélagos, osos y lobos; el miedo, la envidia y el egoísmo. Además del gnomo que siempre miente y el que a veces dice la verdad.
Cuando te acercas y hablas me ayudas a calmarlos. Y aunque desde afuera es difícil de saber; no significa que nunca me debes creer. Sólo habla fuerte y claro, y pon mucha atención.
¿Cómo estar seguros?
Cuando lo que escuches, sea el eco de tus propios pensamientos.
domingo, 12 de junio de 2011
El último día
A la distancia se escucha el canto del gallo. Son las 4 de la mañana. Otra vez se despertó mucho antes del amanecer. Es una húmeda y especialmente helada mañana de enero. Siempre le ha costado trabajo entender por qué, golpes que se dio hace tantos años, vuelven a doler. Sobre todo al amanecer. Sobre todo con el frío. La vejez es una enorme colección de experiencias, pero también una gran colección de achaques.
El eco del gallo dura unos segundos. Los ruidos de la carretera distante es lo que opaca el poco natural silencio con el que amanecieron hoy —Está todo muy callado ¿no crees? —Ella no contestó. A estas edades el sueño es un caprichoso, que lo mismo te pone a roncar en la sala si te dan 5 minutos de quietud, que se desaparece por completo cuando todavía faltan muchas horas sin luz. Decidió entonces dejarla dormir otro rato, aunque a los pocos minutos se dio cuenta que esas pláticas de madrugada eran los momentos románticos que aún les quedaban. Por alguna causa, la luz del sol, o el estar levantados, los hacían pasar el día como par de chiquillos renegando y peleando. Era algo tan tonto, que hasta sus nietos más pequeños se reían de verlos discutir.
Un arranque de cariño, o tal vez sólo la costumbre: lo impulsó a revisarla que estuviera bien cobijada antes de abrazarla por la espalda. Al hacerlo, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Aún sin recapacitar, o quizás tratando de ignorar lo que su mente le gritaba: trató de entrelazar sus dedos con los de ella, ahora demasiado rígidos. En una reacción de esas que no sabes con qué objeto se hacen: apretó su cuerpo contra el de ella, en un abrazo que le dolió en el pecho. Si gritó o no: fue algo que se ahogó en la silencio de la madrugada, en el silencio de su soledad.
En su mente la volvió a ver, y sonreía al paso de los recuerdos. Sonreía, mientras los ojos se le volvían agua. Volvió a ver a la chiquilla que conoció recién cumplidos los 16. Casi podía tocar su pelo moviéndose al viento, y esa mirada que nunca cambió, aún al paso de unos kilos de más en su juventud, y unos kilos de menos en sus últimos años, aún y fueran sólo esas cositas oscuras que se asomaban detrás de sus párpados sobrepoblados de arrugas. La volvió a ver hermosa con su vestido blanco; esa niña que le fue entregada de sólo 19. La volvió a ver jugando con cada uno de sus hijos mientras les cambiaba pañales. La volvió a ver reír, y la vio también llorar. Muchas de esas lágrimas y risas causadas por él. Muchísimas otras compartidas con él. En su mente la volvió a ver, y sonreía al paso de los recuerdos. Sonreía, mientras los ojos se le volvían agua.
Limpió la humedad que le acababa de dejar en su fría espalda y se enjugó los ojos por última vez con su pelo. La inercia lo levantó de la cama, había muchas cosas qué hacer, muchas llamadas, preparativos. Entonces; lo volvió a entender. Se sentó a su lado y volvió a llorar. Esta vez se recostó frente a ella y acariciaba su pelo, sus ojos, sus labios, su cara toda. Cara que muchas veces le quitó el sueño, cara que muchas veces lo miró con ternura. Cara una vez hermosa, otrora regordeta, ahora enjuta, sólo arrugas de piel extendida sobre huesos. Aún así, la cara que le iba a hacer falta el resto de sus amaneceres, el resto de reuniones familiares, el resto de la vida…
Entendió que no había prisa. Sin saberlo; por su boca volvieron a pasar palabras que alguna vez la convencieron de darle otra oportunidad, de no dar la vuelta e irse para siempre, palabras que provocaron el abrazo o el beso. Ella seguía recostada en la cama, aunque en realidad: hacía horas que ya no estaba.
Entendió que no había prisa. Después de mucho rato; se levantó y comenzó a buscar su vestido preferido, y lo consultaba con ella ¿Quieres medias? ¿Quieres que te ponga tu collar? ¿Cuáles zapatos te vas a llevar? A veces con la mirada hacia su cuerpo, a veces hacia la fotografía de los 2, a veces hacia el cielo, a veces hacia la silla, o a su lado; pero comenzó un diálogo que no terminaría sólo porque ella ya no contestaba. Un diálogo que le daría razón de ser durante el resto de sus días.
El eco del gallo dura unos segundos. Los ruidos de la carretera distante es lo que opaca el poco natural silencio con el que amanecieron hoy —Está todo muy callado ¿no crees? —Ella no contestó. A estas edades el sueño es un caprichoso, que lo mismo te pone a roncar en la sala si te dan 5 minutos de quietud, que se desaparece por completo cuando todavía faltan muchas horas sin luz. Decidió entonces dejarla dormir otro rato, aunque a los pocos minutos se dio cuenta que esas pláticas de madrugada eran los momentos románticos que aún les quedaban. Por alguna causa, la luz del sol, o el estar levantados, los hacían pasar el día como par de chiquillos renegando y peleando. Era algo tan tonto, que hasta sus nietos más pequeños se reían de verlos discutir.
Un arranque de cariño, o tal vez sólo la costumbre: lo impulsó a revisarla que estuviera bien cobijada antes de abrazarla por la espalda. Al hacerlo, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Aún sin recapacitar, o quizás tratando de ignorar lo que su mente le gritaba: trató de entrelazar sus dedos con los de ella, ahora demasiado rígidos. En una reacción de esas que no sabes con qué objeto se hacen: apretó su cuerpo contra el de ella, en un abrazo que le dolió en el pecho. Si gritó o no: fue algo que se ahogó en la silencio de la madrugada, en el silencio de su soledad.
En su mente la volvió a ver, y sonreía al paso de los recuerdos. Sonreía, mientras los ojos se le volvían agua. Volvió a ver a la chiquilla que conoció recién cumplidos los 16. Casi podía tocar su pelo moviéndose al viento, y esa mirada que nunca cambió, aún al paso de unos kilos de más en su juventud, y unos kilos de menos en sus últimos años, aún y fueran sólo esas cositas oscuras que se asomaban detrás de sus párpados sobrepoblados de arrugas. La volvió a ver hermosa con su vestido blanco; esa niña que le fue entregada de sólo 19. La volvió a ver jugando con cada uno de sus hijos mientras les cambiaba pañales. La volvió a ver reír, y la vio también llorar. Muchas de esas lágrimas y risas causadas por él. Muchísimas otras compartidas con él. En su mente la volvió a ver, y sonreía al paso de los recuerdos. Sonreía, mientras los ojos se le volvían agua.
Limpió la humedad que le acababa de dejar en su fría espalda y se enjugó los ojos por última vez con su pelo. La inercia lo levantó de la cama, había muchas cosas qué hacer, muchas llamadas, preparativos. Entonces; lo volvió a entender. Se sentó a su lado y volvió a llorar. Esta vez se recostó frente a ella y acariciaba su pelo, sus ojos, sus labios, su cara toda. Cara que muchas veces le quitó el sueño, cara que muchas veces lo miró con ternura. Cara una vez hermosa, otrora regordeta, ahora enjuta, sólo arrugas de piel extendida sobre huesos. Aún así, la cara que le iba a hacer falta el resto de sus amaneceres, el resto de reuniones familiares, el resto de la vida…
Entendió que no había prisa. Sin saberlo; por su boca volvieron a pasar palabras que alguna vez la convencieron de darle otra oportunidad, de no dar la vuelta e irse para siempre, palabras que provocaron el abrazo o el beso. Ella seguía recostada en la cama, aunque en realidad: hacía horas que ya no estaba.
Entendió que no había prisa. Después de mucho rato; se levantó y comenzó a buscar su vestido preferido, y lo consultaba con ella ¿Quieres medias? ¿Quieres que te ponga tu collar? ¿Cuáles zapatos te vas a llevar? A veces con la mirada hacia su cuerpo, a veces hacia la fotografía de los 2, a veces hacia el cielo, a veces hacia la silla, o a su lado; pero comenzó un diálogo que no terminaría sólo porque ella ya no contestaba. Un diálogo que le daría razón de ser durante el resto de sus días.
lunes, 28 de febrero de 2011
Repeticiones
Hoy tengo 38 años. 38 años puede parecer mucho tiempo; quizás lo es.
Llegué a este mundo con un cuerpo vivo, con cosas que me gustan y cosas que no. Con un cerebro que genera muchas ideas, y las desecha, y olvida. Con pasiones y obsesiones: que a veces abandono. Con un enorme potencial para grandes cosas hacer... Y perversiones. Hoy tengo 38 años. 38 años puede parecer mucho tiempo; quizás lo es. Estoy en este mundo, y no sé para qué.
Estoy en este mundo, y no sé para qué. He conocido a grandes personas; y gente que sabe lo que debo hacer. Estoy en este mundo, y no sé para qué. He conocido gente que sabe mucho, y gente que no necesita saber. Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé.
Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé. Sé reír y ver llover; sé desear, sé aprender, sé estar triste; tener miedo también sé. Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé. Pero hay cosas que no sé. He estropeado grandes cosas; grandes momentos también. Vivo queriendo saber.
Vivo queriendo saber. Trabajo mucho formando círculos; luego, sin trabajo: los hago desaparecer. Me escondo de la gente que sabe lo que debo hacer. Ellos creen que saben. Vivo queriendo saber.
Vivo queriendo saber. Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé. Estoy en este mundo y no sé para qué. Llegué a este mundo con un cuerpo vivo, y un enorme potencial para grandes cosas hacer. Hoy tengo 38 años. 38 años puede parecer mucho tiempo; quizás lo es... Hay cosas que no sé.
Llegué a este mundo con un cuerpo vivo, con cosas que me gustan y cosas que no. Con un cerebro que genera muchas ideas, y las desecha, y olvida. Con pasiones y obsesiones: que a veces abandono. Con un enorme potencial para grandes cosas hacer... Y perversiones. Hoy tengo 38 años. 38 años puede parecer mucho tiempo; quizás lo es. Estoy en este mundo, y no sé para qué.
Estoy en este mundo, y no sé para qué. He conocido a grandes personas; y gente que sabe lo que debo hacer. Estoy en este mundo, y no sé para qué. He conocido gente que sabe mucho, y gente que no necesita saber. Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé.
Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé. Sé reír y ver llover; sé desear, sé aprender, sé estar triste; tener miedo también sé. Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé. Pero hay cosas que no sé. He estropeado grandes cosas; grandes momentos también. Vivo queriendo saber.
Vivo queriendo saber. Trabajo mucho formando círculos; luego, sin trabajo: los hago desaparecer. Me escondo de la gente que sabe lo que debo hacer. Ellos creen que saben. Vivo queriendo saber.
Vivo queriendo saber. Tengo 38 años, hay muchas cosas que sé. Estoy en este mundo y no sé para qué. Llegué a este mundo con un cuerpo vivo, y un enorme potencial para grandes cosas hacer. Hoy tengo 38 años. 38 años puede parecer mucho tiempo; quizás lo es... Hay cosas que no sé.
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